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Ucronías

Sobre absolutos

 Últimamente no dejo de tener la sensación de "pisarle" su blog a Belaborda , lo cual hasta cierto punto es normal dado su interés intrínseco y el hecho de que lo sigo a diario. Aprovecho pues para dedicar esta entrada las reflexiones que me ha suscitado el artículo de Jon Juaristi que se reproduce en dicho blog.

 Ni por asomo podría pretender enmendarle la plana al autor, puesto que ni dispongo de bagaje intelectual para ello ni puedo dejar de lado la admiración que me producen muchas facetas del personaje y su obra. Sin embargo confieso que su defensa de algunos valores que considera intrínsecos a las religiones o cuanto menos a determinadas religiones hace que deba reaccionar.

 Como entrada debo confesarme ateo, sin fisuras. El instinto me condujo hace ya muchos años, cuando era apenas un niño, a rechazar el sistema de creencias existente en mi entorno y más tarde el razonamiento me fue aportando armas al efecto. Ateo sí, no agnóstico,  por estimar que la noción de divinidad, de cualquier divinidad, no ha aportado demasiado de positivo al hombre y por lo tanto me muestro beligerante no sólo ante las religiones sino contra la propia necesidad de disponer de una idea acerca de la trascendencia. Ante la obligación de no quebrar la aparente balsa de aceite familiar que suponía la misa dominical no me quedó otro remedio que desarrollar eficaces sistemas de reserva mental, tales como estar sin estar o hacer sin creer, al menos hasta que la legalidad me amparó para hacer lo que me viniese en gana con mi conciencia, y por lo que a esto respecta la carencia de apoyos religiosos no creo que esto me haya llevado por sendas de absoluta inmoralidad; ¿es esto un rescoldo de cristianismo y a lo mejor como me han dicho alguna vez soy cristiano sin saberlo? puede ser, pero prefiero pensar que no es así.

 Si el relativismo constituye un peligro y acaso una sangría moral e intelectual de nuestro tiempo, como estima Juaristi, los absolutos intrínsecos a las religiones han aportado ésas y otras más a lo largo de siglos y me temo que ello es un asunto que admite poca discusión y, a título personal, no me produce excesiva inquietud la búsqueda de absoluto alguno.

 Respecto de la figura de Cristo y sus múltiples facetas, en efecto, uno no sabe muy bien con cuál de ellas quedarse: ¿revolucionario?¿nacionalista judío?¿paleocomunista?¿semidios?¿milagrero?¿chamán? Cabe admitir que todo ello quepa en el personaje pero mucho me temo que ello tiene más que ver con la ausencia de fuentes fiables acerca de su persona con lo cual la confusión está sobre la mesa y difícilmente será resuelta alguna vez.

 Ello no deja de enlazar con la alusión al conocimiento de los Evangelios pero, caramba, hay tantos más los selectivamente destruidos por la propia Iglesia para elegir que no cabe sino hacer mención a esa confusión tan interesada que la Iglesia hace entre hagiografía, dogma e historicidad. La figura de Cristo y su supuesto mensaje no pueden ser unívocos desde el momento en que las fuentes históricas han sufrido una perversión radical, de tal modo que no es posible afirmar que Cristo legase tal o cual línea de pensamiento, ni a sus discípulos ni a las sucesivas generaciones de creyentes.

 Acerca de las imágenes de contenido pornográfico entreveradas con motivos religiosos no me queda otro remedio que llevar el asunto del difuso terreno de las convicciones al no menos difuso del buen gusto. Por mi parte no se me ocurriría mezclar una imaginería con la otra pero ello constituye mera opción personal. Me parece bien que se exija respeto a un sistema de creencias y su simbología pero no deja de chocarme que tanta vehemencia venga de parte de quienes históricamente no han venido mostrado respeto alguno por cuestiones tan básicas como la libertad de conciencia o la disparidad de credos y se han ocupado con un celo digno de mejor causa por erradicar toda desviación de la norma y por suprimir símbolos ajenos. Bien es cierto que provocar a los católicos es cosa que sale bien barata, por suerte se trata de gente que se ha visto obligada a cierta autocontención tras siglos de alegres excesos, y en ese sentido me muestro de acuerdo con Juaristi: no habría narices para hacer algo semejante con la simbología islámica a la vista del escaso humor con el que reaccionan ante estos asuntos.

 En efecto, no todo vale ni cabe poner a un mismo nivel unos sistemas ideológicos y otros, dispongan o no de sanción divina. Sin embargo lo que deberían asumir de una vez por todas los militantes en cualquier religión es que lo que defienden, esos "absolutos", no dejan de ser una meras suposiciones en tanto no se demuestre lo contrario, matiz éste que dudo mucho se cumplimente alguna vez. Y al respecto de los igualitarismos avícolas y la tibieza del establo, lo siento, nunca me he sentido más alarmantemente próximo a ello que con el cacareo litúrgico.

  

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