Perspectivas
Hace unos meses el funcionario se mostraba quejoso ante mí en su despacho. Desgranaba anécdotas a cuenta de las tropelías cometidas por los políticos a quienes teóricamente debía controlar, detallaba las ocasiones en las que tenía que frenar su innata tendencia a la componenda, la trapacería y el engaño, enumeraba sus esfuerzos para reducir la proporción de desmanes al mínimo posible y admisible.
Unos días atrás, en su nuevo despacho de alto cargo de libre designación, no se recataba en las quejas: "si un funcionario se empeña te ata de manos y no te deja hacer nada".
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