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Ucronías

Sobre la ingenuidad de pensar que todos somos tan ingenuos

 

"Recibió el anciano a los dos extranjeros en un sofá de plumas de picaflor y les ofreció varios licores en vasos de diamante; luego satisfizo su curiosidad en estos términos:

-Yo tengo ciento sesenta y dos años, y mi difunto padre, caballerizo del rey, me contó las asombrosas revoluciones del Perú que él había presenciado. El reino donde estamos es la antigua patria de los Incas, que cometieron el disparate de abandonarla por ir a sojuzgar parte del mundo, y que al fin fueron destruidos por los españoles. Más prudentes fueron los príncipes de su familia que permanecieron en su patria y por consentimiento de la nación dispusieron que no saliera nunca ningún habitante de nuestro pequeño reino, por lo cual se ha mantenido intacta nuestra inocencia y felicidad. Los españoles han tenido una confusa idea de este país, que han llamado El Dorado , y un inglés, el caballero Raleigh, llegó aquí hace unos cien años; pero como estamos rodeados de peñascos inabordables y de precipicios, siempre hemos vivido exentos de la rapacidad de los europeos, que aman con furor inconcebible los pedruscos y el lodo de nuestra tierra y que, para apoderarse de ellos hubieran acabado con todos nosotros sin dejar uno vivo.".- "Cándido. El ingenuo", Voltaire.

Nueva porfía en la retórica habitual: Ahora toca un manifiesto de sentido escándalo, buenas intenciones y preocupación por un futuro mejor. Mucha sonrisa beatífica y, ... ¡a cambiar el mundo! Los tiburones, arribistas y sinvergüenzas intelectuales que dieron pié a la reforma de 1998, so pretexto de que a más liberalización siempre mejor (¿mejor, para quién?), no son ni peores ni mejores que estos santurrones del puño en alto embutidos en traje a medida.

Por alguna razón el olor del incienso es más denso, pegajoso e irritante cuando el aire sopla desde la izquierda.

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