Probando
Las experiencias de infinita tristeza no pueden en modo alguno tomarse a la ligera y es necesario abordarlas con la suficiente reflexión previa. No sirven para estos casos las situaciones de dolor puntual, las crisis de estrés, los momentos en que uno se siente desbordado por los acontecimientos sino que, al contrario, es necesario hallarse en un estado previo de profunda serenidad antes de decidirse a ello. Las situaciones son en el fondo son de una sencillez extrema, no son necesarias aparatosas puestas en escena. Valgan algunos ejemplos:
-Niebla: Su valor para difuminar los contornos es tanto como para diluirnos nosotros mismos en ella. Un paisaje neblinoso, preferentemente un pantano o una marisma, es capaz de conducir el ánimo hacia estados de profundo abatimiento.
- Soledad+bosque+frío: Si uno reúne la decisión para sentirlo, es preferible la situación en la que se unen esos tres elementos. En una naturaleza potencialmente hostil, a varias horas a pié de cualquier lugar habitado, cabe percibir cómo se está profundamente abandonado y se alcanza certeza sobre la propia fragilidad.
- El mar: Da casi lo mismo que esté bravio, momento en que nos hará sentir débiles y mínimos; o calmado, cuando su extensión idéntica a sí misma causa una derrota segura.
- La oscuridad absoluta: Un túnel tan largo como para no ver su entrada o salida. Una cueva húmeda y silenciosa. Una noche sin luna en mitad de la nada.
- Despertar junto a alguien a quien no se desea: El sexo contiene un enorme potencial de demolición interior. Saber que se está ahí cuando no se tenía que haber estado, o que se desea salir corriendo, pero un prúrito de civilización nos lo impide, es pura esencia de derrota.
- Determinadas músicas: "Durutti Column", "Godspeed you, black emperor!", "This mortal coil", cierto Brian Eno, Steve Reich en ocasiones, ... Todos ellos y muchos más inducen a estados de abatimiento realmente poderosos.
- Detener tu automóvil en algún lugar al azar tras un viaje de horas sin rumbo: Se equipara ello a la conclusión de que se ande cuanto se ande y en cualquier dirección que se tome jamás se llega a parte alguna.
La tristeza y la desolación es preciso explorarlas lentamente, no caben la precipitacion ni los impulsos. Sólo cuando uno ha entrado de lleno en el conocimiento de su potencial de melancolía es cuando se puede estar seguro de que se está cerca de obtener el único conocimiento válido: que nada sirve para nada.
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