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Ucronías

Lectura

Si no han leído aún "El país de las últimas cosas", de Paul Auster, les recomiendo que lo hagan.
No es por contribuir a la general desmoralización, pero cuanto antes comencemos a darnos cuenta de que un cierto modo de vida al que estábamos acostumbrados da sus últimos coletazos será mejor para todos.
Lo que parecía cotidiano, sólido e inconmovible ya no lo es tanto y hemos de ser conscientes de que en lo sucesivo cualquier amago de retorno al estatus anterior se quedará precisamente en intento.
Occidente, tal como lo conocemos, tiene sobre la mesa el certificado de defunción a punto de firma y rúbrica. Bastará en adelante con una bomba en una cafetería concurrida del Extremo Oriente, un accidente aéreo más o menos oscuro, un rumor interesado o simplemente inconsciente en Internet o en un corrillo bursátil para que todo síntoma de confianza o recuperación se volatilice. Ya nada es sólido y cada vez lo será menos. Habrá qué adaptarse pero, ¿a qué, cómo y en cuánto tiempo?

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