Un papel a medida
Me encontraba y me sigo encontrando de vez en cuando a B. por los pasillos de todo tipo de despachos, organismos y dependencias.
Entre ambos nunca ha habido nada ni remotamente parecido a una amistad y sólo el hecho de haber sido compañeros de estudios suele originar que crucemos unas palabras.
Precisamente durante una de esas periódicas reuniones de condiscípulos alguien sacó a colación que se había encontrado pocos días atrás al propio B. "¿Sabéis?"- nos dijo- "me lo crucé por los pasillos a toda prisa y cuando le pregunté que si llegaba tarde a alguna cita me dijo que no, que llegaba de sobra pero al caminar así todo el mundo piensa que está muy ocupado". Carcajadas.
Se abre la veda. Otro más aporta que al decirle que su teléfono no paraba de comunicar señala con aire inocente que lo deja descolgado para ser difícil de localizar, pues así la gente valorará más su tiempo.
Llega mi turno y señalo que me lo topo por la calle poco tiempo atrás. Al ver su portafolios lleno, a punto de reventar, le digo que tiene que estar hasta las cejas de trabajo. Ante mi observación él abre la cartera al momento, exhibe su contenido y me dice: "no, la llevo llena casi entera de periódicos viejos, pero como la gente no lo sabe todos creen que está llena de asuntos importantes".
Más risas, pero las mías se cortan al instante cuando me da por pensar que al menos B. aún no se ha creído su papel.
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