Mundo alborotado IX
Decidí que dejaría de deprimirme en adelante.
Me bastó con ver un día la cadena química del prozac y sentarme una tarde a contemplar a la gente en una cafetería de El Corte Inglés.
Si para millones de individuos la felicidad se encerraba en el señuelo contenido en una píldora de colores o en una cuenta corriente saneada y compartida me quedaría en adelante bien asentado en esa infelicidad que tan bien conozco.
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