Pero muy equivocados
Pues sí, porque ahora va a resultar que todo este asunto está trufado de conciliación entre los pueblos del mundo y de ecumenismo .
Uno de los caracteres más peculiares del nacionalismo, y refirámonos en esta ocasión al vasco nada más, es una perpetua oquedad de pensamiento, esa fuerza que impele a una masa acrítica y de inmediata y fácil movilización a corear lo que sea y donde sea con tal de que se le reparta como consigna. Pero hay más, y ya en un plano moralmente más ofensivo como es la absoluta asimetría en los juicios, algo que de moverse en el ámbito de lo privado se llamaría mera caradura o desvergüenza, pero que ante la gravedad del ámbito en que se mueven las declaraciones de los voceros del radicalismo la cosa carece de toda gracia. De todos modos los adalides del radicalismo siempre van a jugar con ventaja y no necesitan justificarse, sólo se atreven a boxear si su rival sale al ring con los piés atados y una mano a la espalda; su discurso político no necesita más que la cita perpetua a una serie de lugares comunes y manejan coartadas que se retroalimentan, sus actos y palabras están justificados per se, sin contraste posible.
Si el radicalismo vasco fuese jugador de fútbol se diría que es de los de largo recorrido. Para hacer méritos de cara a la construcción nacional, ojo, de la que corresponde a la nación de naciones, no hace falta pegar tiros en la nuca, el repertorio va desde el que pone bombas o facilita que se haga hasta el militante a priori pacífico de un partido político; abarca desde el gamberro callejero hasta el integrante de una asociación cultural, de ésas en las que rara vez se encuentran libros dignos de tal nombre; puede uno ganar marchamo de luchador desfilando o bien sirviendo de apologeta o justificador. Al contexto original se añade ahora quien de repente descubre el legado imperecedero de sus ancestros y el que descubre la verdad de un pueblo sojuzgado y oprimido y se une a su lucha o simpatiza con ella. Es de suponer que hay un rapto mutuo de romanticismo: los unos lavan su conciencia por sus resabios racistas y los otros allanan el camino hacia la integración social; no está mal, es muy humano y resulta difícil el reproche.
Los abrazos fraternos hacia quien ha cruzado el Atlántico o ha escapado de una África que se descompone para ganarse el pan serían objetivamente loables. Lástima que los relativice la mirada de odio hacia el que está al otro lado de la muga o procede de ella, el legado araniano pesa mucho y es difícil deshacerse de él, en especial cuando insignes ideólogos e intelectuales de pro se han regodeado en una siembra de odio y se puede aconsejar a cualquiera que haga una ligera cata en la obra de Krutwig y compañía.
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