Conciencia incómoda
El soldado de permiso relata cómo en un momento de calma durante la batalla caminó por las trincheras tomadas al enemigo días atrás. Fue entonces cuando, entre el barro, su bota pisó un obstáculo que cedió bajo ella con un leve crujido. Se detuvo a mirar para percatarse de que "aquello" era una cabeza humana, medio deshecha ya antes por el impacto de la metralla.
Sólo a partir de ahí es cuando la putrefacción, las moscas, el olor a cordita pegado a su nariz desde días atrás y la visión de la muerte en cualquier rincón se le hacen insoportables. Es desde ese momento cuando decae la embriaguez provocada por la adrenalina que lo ha mantenido ajeno a cuanto no fuese matar y sobrevivir y entonces le sobrecoge la individualidad bruscamente aniquilada que representa esa cabeza.
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