¿Hasta cuándo?
En efecto me pregunto hasta cuándo. Inicio hoy esta bitácora y no acabo de entender muy bien cómo, venciendo mis habituales reservas y un cierto horror hacia la difusión de reflexiones propias dirigidas a desconocidos, me lanzo a rellenar estos espacios vacíos.
Con el título de “ucronías” en definitiva no dejo de dar por supuesto que cosas distintas hubieran podido suceder en mi vida y, lo que es más grave, que todo ello hubiera producido un resultado diferente y, para colmo, puede que mejor. Sin embargo no ha sido así y por ello he preferido acabar instalándome en la desidia, actitud por otra parte muy confortable si no se repara demasiado en sus consecuencias de futuro pero, claro, el largo plazo es un concepto poco seductor.
Como aviso previo, y así ahorraré tiempo a algunos, escribiré desde la perspectiva de aquello que alguien llamó tener el perfil mental y moral del suicida careciendo del coraje preciso para descerrajarse un tiro, que no ha de ser escaso digan lo que digan. Parto de la premisa de que no existe demasiada justificación para la existencia humana, a nivel colectivo o individual, y que por tanto es mejor dejar pasar el tiempo, sin más. Realmente en otro tiempo me importaba la suerte de esta especie y de su mundo pero hoy por hoy me siento más cómodo estando convencido de que no hay nada que hacer por su supervivencia, ni siquiera a corto plazo, sin que me inquiete mucho si el cataclismo va a ser ambiental, nuclear, bajo forma de pandemia o si los caprichos de la física nos van a regalar con un bonito y espectacular apocalipsis, como afirman que ocurrió con los dinosaurios; ahora bien, ocurra lo que ocurra me pido asiento de primera fila.
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