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 Augurios de crisis. Inflación que parece desbocada. Sobre todo, elecciones próximas.

 Y el liberalismo, en diversos grados y modalidades, sigue con su estrategia de agitar las aguas y crear una incómoda mar de fondo.

 Si de algo no me cabe duda a estas alturas es de que tal doctrina es perniciosa en lo social, presenta doblez en lo moral y además resulta intelectualmente incoherente y deshonesta.

 Vamos, que los liberales te dicen que no hace falta árbitro, que el partido se puede jugar muy bien sin él porque los jugadores se autorregulan y son capaces de llevarlo a buen término por sí mismos. Ahora bien, si las cosas se ponen mal que aparezca alguien voluntario para arbitrar pero, eso sí, siempre que pite faltas a favor de ellos y si es posible concediéndoles gol en fuera de juego. 

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