La pasión según los infradotados

 Cierto es que los años han ido moderando mi inicial afición por el fútbol. Tras un tiempo en el que jugar y ver ese deporte fueron dos de mis ocupaciones favoritas, he ido adquiriendo cierta distancia hacia ello y ahora me limito a disfrutar de cuando en cuando de un partido por televisión o en el campo y de dar cuatro patadas suaves al balón con unos amigos.

 Las secciones de deporte también han dejado de importarme demasiado en los períodicos, sobre todo debido a la omnipresencia no del fútbol en sí sino de los chascarrillos futbolísticos; creo que es inevitable acabar aburriéndose con ello.

 Pese a todo, a día de hoy es inevitable desayunarse con una noticia en las primeras páginas de los periódicos: el entrenador de un equipo de Primera División yace en una camilla tras haber recibido un botellazo durante un partido de Copa. ¿El "previo del partido", como se dice ahora?: días y días de tensión acumulada, negociaciones en las altas instancias deportivas, dispositivos de seguridad policial, supuestos pactos entre hinchadas y preparación de un ambiente idóneo para que ocurriese algo similar o peor.

 Hace unas semanas tuvimos el espectacular y desgraciado ejemplo italiano con la muerte de un agente de policía y la suspensión ulterior de la competición. Ante ello no parece exagerado reclamar una medida semejante que no puede considerarse exagerada. Aquí no ha habido una muerte, pero de no ejercerse un irrenunciable derecho de advertencia se puede acabar en algo semejante o más grave. Los perjuicios que se puedan causar por un parón en la Liga o la Copa al calendario, a los equipos, a los intereses publicitarios, etc., son mucho menos importantes que sentar un ejemplo necesario. Probablemente, y sin perjuicio de endurecer los controles de acceso a los campos y de empezar a tomar cartas en el asunto con ciertas "peñas" de aficionados, algunos exaltados reconsideren su actitud para el próximo partido si ven alguna firmeza. Aún se está a tiempo.